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jueves, 15 de marzo de 2018

Semana #3 || Crónicas de un semestre duro.


Vale, he decidido hacer un resumen de la semana, escribiéndolo de hecho durante la semana. A fin de mantener un registro de mi vida asquerosa del último mes, una especie de diario, pero no un diario realmente, puesto que no puedo contarles con nombres y apellidos porque bueno, esto es Internet y el anonimato siempre pende de un hilo. De todos modos, no sé...

Por otro lado, he aquí, mi resumen:

Lunes, 5 de marzo del 2018.

Shitty day. Literal. Los lunes son el peor día de la semana por mucho, especialmente en los últimos días que me he sentido una real y completa basura. Son los días en los que me siento más sola, ansiosa y cansada y son los días en los que desearía no despertar. Este día, —que fue ayer—, estuve realmente triste todo el rato. Ni siquiera quise hablar con mis compañeros los primeros dos períodos de clase porque me sentía realmente hundida. Quizás ellos lo sientan como que estoy siendo indiferente, fría y grosera, lo cual puede ser verdad. Pero a estas alturas creo que es lo que debería importarme menos. El problema es que me importa mucho. Quiero que las personas me conozcan, a la yo real. Pero no puedo, desde hace muchos años que no puedo enseñársela a nadie.

De todas formas, la semana pasada empecé a pedirle a Dios una señal. Quería saber que estaba haciendo las cosas bien, o al menos saber hacia dónde ir. Lo que fuese. Y ayer, creo que me dio esa señal. No voy a hablar sobre ella, puesto que he decidido no contarle a nadie —salvo a mis padres, porque de verdad necesitaba saber qué opinaban al respecto— hasta que lo tenga todo listo. Siento que es como pedir un deseo y no querer contarlo para que así se cumpla. Y estoy segura de que va a cumplirse, y déjenme decirles que eso ha sido lo único que me ha mantenido a flote durante los últimos días. Ahora tengo un propósito… ahora quizás pueda hacer algo con esto que no me gusta nada.



Y bueno, al final lo de hacer el resumen durante la semana no se me dio, así que… bueno, estoy escribiendo esto un domingo a las 9:23 pm, mientras procrastino con una tarea que no tengo ganas de hacer pero que es importante y me siento muy mal conmigo misma.

El sábado es mi día sagrado. El sábado no existo para nadie. Es el único día en el que puedo encerrarme en mi cuarto y no pensar en todo lo que me hace daño y a lo que tengo que enfrentarme cada día. Pero este sábado estaba siendo diferente porque a uno de los profesores se le ocurrió dejar una tarea el viernes que debe ser subida a la plataforma el lunes antes de las cuatro —o sea, mañana en la tarde—, y es una tarea en grupo. Así que había mensajes en WhatsApp. Si han leído las entradas anteriores relacionadas a esto, sabrán dos cosas: 1) Tengo ansiedad social, así que la interacción con otras personas, aun si es por mensaje de texto me pone muy mal. Y 2) Las asignaturas de informática son mis peores enemigas porque nunca practico lo suficiente, así que siempre me siento muy insegura con ellas y siempre quiero evitarlas a toda costa.

Bueno, ¿Qué significó esto? Que entré en pánico, me sentía fatal y no tuve más remedio que silenciar WhatsApp. Así de desastre soy. Así de decepcionada de mí misma me siento. Total, que no contesté a nada y me pasé sobre analizando la situación. Pensando cómo estas personas iban a pensar cosas horribles sobre mí y cómo seguramente estaban preguntándose por qué rayos se habrían hecho conmigo en este trabajo. (Lo cual es irracional, porque ninguno tuvo tanta interacción después de todo en realidad, y hoy al trabajo le faltaba casi el 80% o más). Eso me llevó a tener un sábado horrible, agobiante y sobre todo improductivo. Y a sentirme fatal conmigo misma.

Hoy, uno de mis compañeros me envió un mensaje por privado, preguntándome cómo nos dividíamos el trabajo, que nadie había llegado a un acuerdo (somos tres, y en realidad el único que habló por el grupo porque fue quien lo creó, fue este tipo), así que para evitarme el estar pensando que estas personas se arrepentían de hacerse conmigo, me ofrecí a hacer todo lo que hacía falta. Yo, que odio estas asignaturas. Yo, que me agobio y me estreso con facilidad. Yo, que me siento insegura en este campo. Todo para no tener que socializar con ellos por un asqueroso grupo de WhatsApp. Y claro, aquí estoy, procrastinando y sabiendo que si no lo tengo listo, estas dos personas estarán odiándome.

Me duele la cabeza y el pecho. Ahora mismo siento que no voy a volver a sentirme bien nunca más en la vida, y no puedo dejar de llorar. Y no sé qué hacer. Necesito que esto se acabe, necesito que ya no duela. Ya no puedo más.



Bueno, hoy es miércoles 14 de marzo lo que significa que ya estamos a la mitad de la semana cuatro y sigo sin terminar el resumen de la semana tres, por esta razón creo que lo voy dejando por aquí. Hay muchas cosas que quería contar, pero que han cambiado en cosa de una semana. ¿Que relativo que resulta el tiempo, verdad? Una semana y muchas cosas cambian.

Por ejemplo, durante la semana tres llegué a pensar en darme un descanso de un año. Estoy a nada de terminar, pero mi salud emocional está destrozada y no creía ser capaz de continuar. Mi mamá el año pasado me había ofrecido esa posibilidad y yo seguía sin sentirla como una opción. Pero este año me lo planteé en serio, se lo conté a mi mejor amiga por WhatsApp (puesto que llevamos mucho sin vernos en persona) y ella me dijo que era una buena idea, e incluso me envió el discurso más sentimental de la vida de por qué debía preocuparme por mi salud emocional y cómo no quería que esta situación siguiera acabando conmigo. Se me salieron las lágrimas, de verdad. Porque este es un tema muy duro y me duele. Pero se lo agradecí mucho. Es lindo ver que no soy tan irrelevante para ciertas personas. Estaba decidida a hablarlo con mis padres, yo sé que ellos me apoyarían sin importar lo que pase, pero al final, luego de la señal que les dije se me prendió una bombillita con otra idea. Como antes, no puedo contárselas aún, pero sepan que si se cumple —que se va a cumplir, gente. Mente positiva. No soy muy conocida por ser optimista pero hombre, situaciones desesperadas—, me va a ayudar a lograr mi objetivo de sentirme mejor. Tiempo al tiempo, supongo.

Y bueno, ese fue mi resumen de esta semana tan, extraña(?) donde un montón de cosas cambiaron en mi cabeza y —Dios quiera—, para bien. Sé que nadie lee esto, pero me siento mejor desahogándome y plasmándolo por escrito, de alguna forma resulta reconfortante y liberador.

3/16 e igual y hay un poco más de esperanza.

Ah se me olvidaba, el trabajo del que les hablé el domingo resultó bien. Lo terminé y al final me tocó presentarlo porque uno de mis compañeros no se apareció y la otra no sabía qué decir. Me puse muy nerviosa porque odio exponer, pero lo logré. Pequeños logros alcanzados, I guess.

lunes, 5 de marzo de 2018

Resumen de otra semana a la que he sobrevivido...





Vengo a hacer un resumen de otra semana a la que he sobrevivido (apenas) a fin de mantenerme a flote, de no hundirme. Cada día estoy más y más desmotivada, triste. Sin sentido. Estoy varada, no sé hacia dónde ir. Pero he sobrevivido la semana dos, y aunque he llorado cada uno de los días —excepto por el jueves—, creo que voy a lograrlo. Hoy estoy más optimista, quizás porque la semana por fin acabó. O tal vez porque un mes nuevo empezó por fin. No sé. Ahora ya nunca sé nada.

Sin embargo, llevo dieciséis días sin leer un libro. Meses sin ser capaz de escribir. Semanas sin ideas. Me siento vacía, rota, deshecha. Extraño perderme entre páginas, leer historias de otros que me hacen feliz. Extraño escribir las mías, y pensar en un montón de personajes que no existen, ni existirán, pero que hacen una compañía increíble a mi alma solitaria. Extraño imaginar, soñar despierta, extraño las ideas. Extraño pensar y pensar y pensar, sin que a mi cabeza vengan recuerdos tristes, sin que empiece a llorar porque hoy fue un mal día.

Tengo ganas de que alguien me abrace con fuerza, hasta que me haga pedacitos y el viento se los lleve, lejos, muy lejos el uno del otro. Y que no se encuentren jamás porque se hacen daño. Y es irónico, porque odio el contacto físico. Tengo ganas de que alguien me haga reír hasta que me duela el estómago y se me haya olvidado hasta mi nombre, porque todos los problemas empezaron por allí. Por mi existencia. Por mi ser. Por mi no saber.

Tengo ganas de volver a empezar. Y por algún extraño motivo, esta semana ese deseo se ha incrementado. Después de la sesión de lágrimas a media noche, cada día. Pasando por las risas falsas y los: hola, estoy bien. Ya no quiero esto y quiero cambiarlo.

Encontré un vídeo de Dottie James que me llamó muchísimo la atención, y estoy planteándome seriamente seguir su ejemplo. YouTube al parecer sabe por lo que estoy pasando, porque me lo recomendó un día en el que no sabía cómo sentirme. 



Tengo unas ganas inmensas de crear, de salir de la burbuja de dolor. Ya no puedo más. Mis ojos arden, mi corazón duele. Me siento sola. Y el dolor emocional se ha vuelto físico. Duele, me muero. No quiero más.

Quiero cambiar la percepción que la gente tiene sobre mí. Esta semana descubrí que la gente cree que me siento mejor que ellos… y no es verdad. Para el caso yo soy menos, mucho menos. Soy insignificante, puedes soplarme como una mota de polvo y deshacerte de mí porque así de pequeña e irrelevante soy. Pero, no puedo socializar de forma normal. Tengo ansiedad. Y estoy triste. Perdón, pero eso hace que no pueda reír, participar de una conversación o incluso saludarte si te encuentro por un pasillo, por la calle, por el transporte, incluso en el salón. Me aterra incluso decir “presente”, ponerme de pie para ir al baño. No lo hago a propósito. No me siento mejor que nadie. Estoy asustada del mundo y no sé cómo actuar, a veces puedo disimularlo y a veces no. Y todos los días es un suplicio que las personas confundan eso con orgullo o soberbia, o que me dejen de lado. Estoy harta, no puedo más. Si logré saludarte, o seguirte una conversación casual, por favor, entiende que lo hice haciendo acopio de todas mis fuerzas y que por dentro estoy muriendo y que probablemente eso no se va a repetir. Ya no me odien, ya no me malentiendan. Me duele. Por favor ya no.

Esta ha sido la semana de extrañar. Extraño momentos, personas, acciones. Quiero volver. Quiero irme. Quiero desaparecer. Quiero que todo se acabe. Siento que nadie me quiere, siento que todo el mundo está mejor sin mí y que no le caigo bien a casi nadie. Y no los culpo, soy un desastre y tampoco me caigo bien.

Igual y no estoy tan optimista. Igual y todo era mentira, e igual y escribir esto acabó rompiéndome más el corazón.

Supongo que esta será otra entrada programada, porque tampoco voy a atreverme a publicarla.

2/16. Y el suplicio continúa.